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Lope de Vega

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Antología de sonetos de Lope de Vega. 

 

LOPE DE VEGA

Antología de sonetos

 

Rimas    

  Rimas sacras   

Rimas humanas y divinas del Licenciado Tomé de Burguillos   

Sonetos aparecidos en sus obras dramáticas


 

Rimas

(1609)

 

Versos de amor, conceptos esparcidos,

engendrados del alma en mis cuidados,

partos de mis sentidos abrasados,

con más dolor que libertad nacidos;

expósitos al mundo, en que perdidos,

tan rotos anduvisteis y trocados,

que sólo donde fuisteis engendrados

fuérades por la sangre conocidos;

pues que hurtáis el laberinto a Creta,

a Dédalo los altos pensamientos,

la furia al mar, las llamas al abismo,

Si aquel áspid hermoso nos aceta,

dejad la tierra, entretened los vientos,

descansaréis en vuestro centro mismo.

 

 

 

Era la alegre víspera del día

que la que sin igual nació en la tierra,

de la cárcel mortal y humana guerra

para la patria celestial salía;

Y era la edad en que más viva ardía

la nueva sangre que mi pecho encierra,

cuando el consejo y la razón destierra

la vanidad que el apetito guía.

Cuando el amor me enseñó la vez primera

de Lucinda en su sol los ojos bellos

y me abrasó como si rayo fuera.

Dulce prisión, y dulce arder por ellos;

sin duda que su fuego fue mi esfera,

que con verme morir descanso en ellos.

 

 

 

Éstos los sauces son y ésta la fuente,

los montes éstos y ésta la ribera

done vi de mi sol la vez primera

los bellos ojos, la serena frente.

Éste es el río humilde y la corriente,

y ésta la cuarta y verde primavera

que esmalta alegre el campo y reverbera

en el dorado Toro el sol ardiente.

Árboles, ya mudó su fe constante,

mas, ¡oh gran desvarío!, que este llano,

entonces monte le dejé sin duda.

Luego no será justo que me espante,

que mude parecer el pecho humano,

pasando el tiempo que los montes muda.

 

 

De hoy más las crespas sienes de olorosa

verbena y mirto coronarte puedes,

juncoso Manzanares, pues excedes

del Tajo la corriente caudalosa.

Lucinda en ti bañó su planta hermosa;

bien es que su dorado nombre heredes

y que con perlas por arenas quedes,

mereciendo besar su nieve y rosa.

Y yo envidiar pudiera tu fortuna,

mas he llorado en ti lágrimas tantas,

(tú, buen testigo de mi amargo lloro)

Que mezclada en tus aguas pudo alguna

de Lucinda tocar las tiernas plantas,

y convertirse en tus arenas de oro.

 

 

 

Vierte racimos la gloriosa palma,

y sin amor se pone estéril luto;

Dafnes se queja en su laurel sin fruto,

Narciso en blancas hojas se desalma.

Está la tierra sin la lluvia en calma,

viles hierbas produce el campo enjuto,

porque nunca el Amor pagó tributo,

gime en su piedra de Anaxarte el alma.

Oro engendra el amor de agua y de arenas,

porque las conchas aman el rocío,

quedan de perlas orientales llenas.

No desprecies, Lucinda hermosa, el mío,

que al trasponer el sol, las azucenas

pierden el lustre, y nuestra edad el brío.

 

 

 

Si culpa el concebir, nacer tormento,

guerra vivir, la muerte fin humano;

si después de hombre, tierra y vil gusano,

y después de gusano, polvo y viento;

si viento nada y nada el fundamento,

flor la hermosura, la ambición tirano,

la fama y gloria, pensamiento vano,

y vano en cuanto piensa el pensamiento,

¿quién anda en este mar para anegarse?

¿De qué sirve en quimeras consumirse,

ni pensar en otra cosa que salvarse?

¿De qué sirve estimarse y preferirse,

buscar memoria habiendo de olvidarse,

y edificar habiendo de partirse?

 

 

Céfiro blando que mis quejas tristes

tantas veces llevaste, claras fuentes

que con mis tiernas lágrimas ardientes

vuestro dulce licor ponzoña hicistes;

selvas que mis querellas esparcistes,

ásperos montes a mi mal presentes,

ríos que de mis ojos siempre ausentes,

veneno al mar, como a tirano distes;

pues la aspereza de rigor tan fiero

no me permite voz articulado,

decid a mi desdén que por él muero.

Que si la viere el mundo transformada

en el laurel que por dureza espero,

della veréis mi frente coronada.

 

 

 

Arriba

 

Que otras veces amé negar no puedo,

pero entonces amor tomó conmigo

la espada negra, como diestro amigo,

señalando los golpes en el miedo.

Mas esta vez que batallando quedo,

blanca la espada y cierto el enemigo,

no os espantéis que llore su castigo,

pues al pasado amor amando excedo.

Cuando con armas falsas esgremía,

de las heridas truje en el vestido

(sin tocarme en el pecho) las señales;

mas en el alma ya, Lucinda mía,

donde mortales en dolor han sido,

y en el remedio heridas inmortales.

 

 

 

 

 

El pastor que en el monte anduvo al hielo,

al pie del mismo, derribando un pino,

en saliendo el lucero vespertino

enciende lumbre y duerme sin recelo.

Dejan las aves con la noche el vuelo,

el campo el buey, la senda el peregrino,

la hoz el trigo, la guadaña el lino,

que al fin descansa cuando cubre el cielo.

Yo solo, aunque la noche con su manto

esparza sueño y cuanto vive aduerma,

tengo mis ojos de descanso faltos.

Argos los vuelve la ocasión y el llanto,

sin vara de Mercurio que los duerma,

que los ojos del alma están muy altos.

 

 

 

Ir y quedarse, y con quedar partirse,

partir sin alma, y ir con alma ajena,

oír la dulce voz de una sirena

y no poder del árbol desasirse;

arder como la vela y consumirse,

haciendo torres sobre tierna arena;

caer de un cielo, y ser demonio en pena,

y de serlo jamás arrepentirse;

hablar entre las mudas soledades,

pedir prestada sobre fe paciencia,

y lo que es temporal llamar eterno;

creer sospechas y negar verdades,

es lo que llaman en el mundo ausencia,

fuego en el alma, y en la vida infierno.

 

 

 

A LUPERCIO LEONARDO

 

Pasé la mar cuando creyó mi engaño

que en él mi antiguo fuego se templara,

mudé mi natural, porque mudara

naturaleza el uso, y curso el daño.

En otro cielo, en otro reino extraño,

mis trabajos se vieron en mi cara,

hallando, aunque otra tanta edad pasara,

incierto el bien, y cierto el desengaño.

El mismo amor me abrasa y atormenta,

y de razón y libertad me priva.

¿Por qué os quejáis del alma que le cuenta?

¿Qué no escriba decís, o que no viva?

Haced vos con mi amor que yo no sienta,

que yo haré con mi pluma que no escriba.

 

 

 

 

 

Con nuevos lazos, como el mismo Apolo,

hallé en cabello a mi Lucinda un día,

tan hermosa, que al cielo parecía

en la risa del alba, abriendo el polo.

 Vino un aire sutil, y desatólo 

con blando golpe por la frente mía,

y dije a amor que para qué tejía

mil cuerdas juntas para un arco solo.

Pero él responde: «Fugitivo mío,

que burlaste mis brazos, hoy aguardo

de nuevo echar prisión a tu albedrío.

Yo triste, que por ella muero y ardo,

la red quise romper, ¡qué desvarío!,

pues más me enredo mientras más me guardo.

 

 

 

 

Quiero escribir, y el llanto no me deja,

pruebo a llorar, y no descanso tanto,

vuelvo a tomar la pluma, y vuelve el llanto,

todo me impide el bien, todo me aqueja.

Si el llanto dura, el alma se me queja,

si el escribir, mis ojos, y si en tanto

por muerte o por consuelo me levanto,

de entrambos la esperanza se me aleja.

Ve blanco al fin, papel, y a quien penetra

el centro deste pecho que enciende

le di (si en tanto bien pudieres verte),

que haga de mis lágrimas la letra,

pues ya que no lo siente, bien entiende,

que cuanto escribo y lloro, todo es muerte.

 

 

 

Arriba

DE EUROPA Y JÚPITER

 

Pasando el mar el engañoso toro,

volviendo la cerviz, el pie besaba

de la llorosa ninfa, que miraba

perdido de las ropas el decoro.

Entre las aguas y las hebras de oro,

ondas el fresco viento levantaba,

a quien con los supimos ayudaba

del mal guardado virginal tesoro.

Cayéronsele a Europa de las faldas

las rosas al decirle el toro amores,

y ella con el dolor de sus guirnaldas,

dicen que lleno el rostro de colores,

en perlas convirtió sus esmeraldas,

y dijo: «¡Ay triste yo!, ¡perdí las flores!».

 

 

 

 

 

Cayó la torre que en el viento hacían

mis altos pensamientos castigados,

que yacen por el suelo derribados

cuando con sus extremos competían.

Atrevidos al sol llegar querían,

y morir en sus rayos abrasados,

de cuya luz contentos y engañados,

como la ciega mariposa ardían.

¡oh, siempre aborrecido desengaño,

amado al procurarte, odioso al verte,

que en lugar de sanar abres la herida!

¡Plugiera a Dios duraras, dulce engaño,

que si ha de dar un desengaño muerte,

mejor es un engaño que da vida!

 

 

 

 

 

 

Desde que viene la rosada Aurora

hasta que el viejo Atlante esconde el día,

lloran mis ojos con igual porfía

su claro sol que otras montañas dora;

y desde que del caos adonde mora

sale la noche perezosa y fría,

hasta que a Venus otra vez envía,

vuelvo a llorar vuestro rigor, señora.

Así que ni la noche me socorre,

ni el día me sosiega y entretiene,

ni hallo medio en extremos tan extraños.

Mi vida va volando, el tiempo corre,

y mientras mi esperanza con vos viene,

callando pasan los ligeros años.

 

 

 

 

 

 

Desmayarse, atreverse, estar furioso,

áspero, tierno, liberal, esquivo,

alentado, mortal, difunto, vivo,

leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,

mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,

enojado, valiente, fugitivo,

satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,

beber veneno por licor süave,

olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,

dar la vida y el alma a un desengaño;

esto es amor, quien lo probó lo sabe.

 

 

 

 

 

Ya no quiera más bien que sólo amaros,

ni más vida, Lucinda, que ofreceros

la que me dais, cuando merezco veros,

ni ver más luz que vuestros ojos claros.

Para vivir me basta desearos,

para ser venturoso, conoceros,

para admirar el mundo, engrandeceros,

y para ser Eróstrato, abrasaros,

La pluma y lengua, respondiendo a coros,

quieren al cielo espléndido subiros,

donde están los espíritus más puros;

que entre tales riquezas y tesoros,

mis lágrimas, mis versos, mis suspiros,

de olvido y tiempo vivirán seguros.

 

 

 

 

 

 

Rota barquilla mía, que arrojada

de tanta envidia y amistad fingida,

de mi paciencia por el mar regida

con remos de mi pluma y de mi espada,

una sin corte y otra mal cortada,

conservaste las fuerzas de la vida,

entre los puertos del favor rompida,

y entre las esperanzas quebrantada;

sigue tu estrella en tantos desengaños,

que quien no los creyó sin duda es loco,

ni hay enemigo vil ni amigo cierto.

Pues has pasado los mejores años,

ya para lo que queda, pues es poco,

ni tema a la mar, ni esperes puerto.

 

 

 

 

 

Belleza singular ingenio raro,

fuera del natural curso del cielo,

Etna de amor, que de tu mismo hielo

despides llamas entre mármol paro;

sol de hermosura, entendimiento claro,

alma dichosa en cristalino velo,

norte del mar, admiración del suelo,

emula el sol como a la luna el faro.

Milagro del Autor de cielo y tierra,

bien de naturaleza el más perfeto,

Lucinda hermosa en quien mi luz se encierra:

nieve en blancura y fuego en el efeto,

paz de los ojos y del alma guerra;

dame a escribir como a penar sujeto.

 

 

 

 

Daba sustento a un pajarillo un día

Lucinda, y por los hierros del portillo

fuésele de la jaula el pajarillo

al libre viento en que vivir solía.

Con un suspiro a la ocasión tardía

tendió la mano, y no pudiendo asillo,

dijo (y de las mejillas amarillo

volvió el clavel que entre su nieve ardía):

«¿Adónde vas por despreciar el nido,

al peligro de ligas y de balas,

y el dueño huyes que tu pico adora?».

Oyóla el pajarillo enternecido,

y a la antigua prisión volvió las alas,

que tanto puede una mujer que llora.

 

 

 

Deseando estar dentro de vos propia,

Lucinda, para ver si soy querido,

miré ese rostro que del cielo ha sido

con estrellas y sol natural copia;

y conociendo su bajeza impropia,

vime de luz y resplandor vestido,

en vuestro sol como Faetón perdido,

cuando abrasó los campos de Etiopia,

Ya cerca de morir dije -Tenéos,

deseos locos, pues lo fuisteis tanto,

siendo tan desiguales los empleos».

Mas fue el castigo, para más espanto,

dos contrarios, dos muertes, dos deseos,

pues muero en fuego y me deshago en llanto.

 

 

Arriba

 

Suelta mi manso, mayoral extraño,

pues otro tienes de tu igual decoro,

deja la prenda que en el alma adoro,

perdida por tu bien y por mi daño.

Ponle su esquila de labrado estaño,

y no le engañen tus collares de oro,

toma en albricias este blanco toro,

que a las primeras hierbas cumple un año.

Si pides señas, tiene el vellocino

pardo, encrespado, y los ojuelos tiene

como durmiendo en regalado sueño.

Si piensas que no soy su dueño, Alcino,

suelta, y verásle si a mi choza viene,

que aun tienen sal las manos de su dueño.

 

 

 

 

Es la mujer del hombre lo más bueno,

y locura decir que lo más malo,

su vida suele ser y su regalo,

su muerte suele ser y su veneno.

Cielo a los ojos, cándido y sereno,

que muchas veces al infierno igualo,

por raro al mundo su valor señalo,

por falso al hombre su rigor condeno.

Ella nos da su sangre, ella nos cría,

no ha hecho el cielo cosa más ingrata:

es un ángel, y a veces una arpía.

Quiere, aborrece, trata bien, maltrata,

y es la mujer al fin como sangría,

que a veces da salud, y a veces mata.

 

Arriba




 

  

 

Rimas Sacras

(1614)

 

 

Cuando me paro a contemplar mi estado

y a ver los pasos por donde he venido,

me espanto de que un hombre tan perdido

a conocer su error haya llegado.

Cuando miro los años que he pasado,

la divina razón puesta en olvido,

conozco que piedad del cielo ha sido

no haberme en tanto mal precipitado.

Entré por laberinto tan extraño,

fiando al débil hilo de la vida

el tarde conocido desengaño;

Mas de tu luz mi escuridad vencida,

el monstruo muerto de mi ciego engaño,

vuelve a la patria, la razón perdida.

 

 

 

 

Pastor que con tus silbos amorosos

me despertaste del profundo sueño,

Tú que hiciste cayado de ese leño,

en que tiendes los brazos poderosos,

Vuelve los ojos a mi fe piadosos,

pues te confieso por mi amor y dueño,

y la palabra de seguirte empeño,

tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, pastor, pues por amores mueres,

no te espante el rigor de mis pecados,

pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados,

pero... ¿cómo te digo que me esperes,

si estás para esperar los pies clavados?

 

 

 

 

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?

¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,

que a mi puerta, cubierto de rocío,

pasas las noches del invierno escuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,

pues no te abrí!¡Qué extraño desvarío

si de mi ingratitud el yelo frío

secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía:

Alma, asómate agora a la ventana,

verás con cuánto amor llamar porfía!

¡Y cuántas, hermosura soberana:

Mañana le abriremos -respondía-,

para lo mismo responder mañana!

 

 

 

 

Esta cabeza, cuando viva, tuvo

sobre la arquitectura de estos huesos

carne y cabellos, por quien fueron presos

los ojos que mirándola detuvo.

Aquí la rosa de la boca estuvo,

marchita ya con tan helados besos;

aquí los ojos, de esmeralda impresos,

color que tantas almas entretuvo;

aquí la estimativa, en quien tenía

el principio de todo movimiento;

aquí de las potencias la armonía.

¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!

Donde tan alta presunción vivía

desprecian los gusanos aposento.

Arriba

 


 


 

 

Rimas humanas y divinas del licenciadoTomé de Burguillos(1634)

 

 

 

Celebró de Amarilis la hermosura

Virgilio en su bucólica divina,

Propercio de su Cintia, y de Corina

Ovidio en oro, en rosa, en nieve pura;

Catulo de su Lesbia la escultura

a la inmortalidad pórfido inclina;

Petrarca por el mundo peregrina,

constituyó de Laura la figura.

Yo, pues Amor me manda que presuma

de la humilde prisión de tus cabellos,

poeta montañés, con ruda pluma,

Juana, celebraré tus ojos bellos,

que vale más de tu jabón la espuma

que todas ellas, y que todos ellos.

 

 

 

 

Bien puedo yo pintar una hermosura,

y de otras cinco retratar a Elena,

pues a Filis también, siendo morena,

ángel Lope llamó de nieve pura.

Bien puedo yo fingir una escultura,

que disculpe mi amor, y en dulce vena,

convertir a Filene en Filomena

brillando claros en la sombra escura.

Mas puede ser que algún lector extrañe

estas musas de amor hiperboleas,

y viéndola después se desengañe.

Pues si ha de hallar algunas partes feas,

Juana, no quiera Dios que a nadie engañe,

basta que para mí tan linda seas.

 

 

 

DICE EL MES EN QUE SE ENAMORÓ

 

Érase el mes de más hermosos días,

y por quien más los campos entretienen,

señora, cuando os vi, para que penen

tantas necias de Amor filaterías.

Imposibles esperan mis porfías,

que como los favores se detienen,

vos triunfaréis cruel, pues a ser vienen

las glorias vuestras, y las penas mías.

No salió malo este versillo octavo,

ninguna de las musas se alborote

si antes del fin el sonetazo alabo.

Ya saco la sentencia del cogote,

pero si como pienso no le acabo,

echaréle después un estrambote.

 

 

 

 

TÚRBASE EL POETA DE VERSE FAVORECIDO

 

Dormido Manzanares discurría

en blanda cama de menuda arena,

coronado de juncia y de verbena,

que entre las verdes alamedas cría;

cuando la bella pastorcilla mía,

tan sirena de Amor como serena,

sentada y sola en la ribera amena,

tanto cuanto lavaba nieve hacía.

Pedíle yo que el cuello me lavase,

y ella sacando el rostro del cabello,

me dijo que uno de otro me quitase;

pero turbado de su rostro bello,

al pedirme que el cuello le arrojase,

así del alma, por asir del cuello.

 

 

 

 

SATISFACCIONES DE CELOS

 

Si entré, si vi, si hablé, señora mía,

ni tuve pensamiento de mudarme,

máteme un necio a puro visitarme,

y escuche malos versos todo un día.

Cuando de hacerlos tenga fantasía,

dispuesto el genio, para no faltarme

cerca de donde suelo retirarme,

un menestral se enseñe a chirimía.

Cerquen los ojos que os están mirando,

legiones de poéticos mochuelos,

de aquellos que murmuran imitando.

¡Oh si os mudasen de rigor los cielos!

Porque no puede ser (o fue burlando)

que quien no tiene amor pidiese celos.

Arriba

 

LO QUE HICIERA PARIS SI VIERA A JUANA

 

Como si fuera cándida escultura

en lustroso marfil de Bonarrota,

a Paris pide Venus en pelota

la debida manzana a su hermosura.

En perspectiva Palas su figura

muestra por más honesta, más remota;

juno sus altos méritos acota

en parte de la selva más escura;

pero el pastor a Venus la manzana

de oro le rinde, más galán que honesto,

aunque saliera su esperanza vana.

Pues cuarta diosa en el discorde puesto,

no sólo a ti te diera, hermosa Juana,

una manzana, pero todo un cesto.

 

 

 

DESGARRO DE UNA PANZA UN DÍA DE TOROS. HABLA EL ROCÍN

 

Yo Bragadoro valenzuela en raza,

diestro como galán de entrambas sillas,

en la barbada naguas amarillas,

aciago un martes perfumé la plaza.

Del balcón al toril, con linda traza,

daba por los toritos carrerillas,

y andábame después por las orillas,

como suelen los príncipes, a caza.

Pero mi dueño, la vaqueta alzada,

un hosco acometió con valentía

pagar de mi panza desdichada.

Porque todos, al tiempo que corría,

dijeron que era nada, y fue cornada.

¡Malhaya el hombre que de cuernos fía!

 

 

A LA SEPULTURA DE MARRAMAQUIZ. GATO FAMOSO EN LENGUA CULTA, QUE ES EN LA QUE ELLOS SE ENTIENDEN

 

Éste, si bien sarcófago, no duro

pórfido, aquel cadáver bravo observa,

por quien de mures tímida caterva

recóndita cubrió terrestre muro.

La Parca que ni al joven ni al maduro

su destinado límite reserva,

ministrándole pólvora superba,

mentido rayo disparó seguro.

Ploren tu muerte Henares, Tajo, Tormes,

que el patrio Manzanares que eternizas

lágrimas mestas libará conformes.

Y no le faltarán a tus cenizas,

pues viven tantos gatos multiformes

de lenguas largas y de manos mizas.

 

 

 

 

DESEA AFRATELARSE, Y NO LE ADMITEN

 

Muérome por llamar Juanilla a Juana,

que son de tierno amor afectos vivos,

y la cruel, con ojos fugitivos,

hace papel de yegua galiciana.

Pues Juana, agora que eres flor temprana,

admite los requiebros primitivos,

porque no vienen bien diminutivos

después que una persona se avellana.

Para advertir tu condición extraña,

más de alguna juanaza de la villa

del engaño en que estás te desengaña.

Créeme, Juana, y llámate juanilla;

mira que la mejor parte de España

pudiendo Casta se llamó Castilla.

 

 

 

RASGOS Y BORRAJOS DE LA PLUMA

 

Lazos de plata, y de esmeralda rizos,

con la hierba y el agua forma un charco,

haciéndole moldura y verde marco

lirios morados, blancos y pajizos.

Donde también los ánades castizos,

pardos y azules con la pompa en arco,

y palas de los pies, pareces barco

en una selva habitación de erizos.

Hace en el agua el céfiro inquieto

esponja de cristal la blanca espuma,

como que está diciendo algún secreto.

En esta selva, en este charco en suma...

Pero, por Dios, que se acabó el soneto,

perdona, Fabio, que probé la pluma.

 

Arriba

 

 

A IMITACIÓN DE AQUEL SONETO «SUPERBI COLLI»

 

Soberbias torres, altos edificios,

que ya cubriste siete excelsos montes,

y agora en descubiertos horizontes

apenas de haber sido dais indicios;

griegos liceos, célebres hospicios

de Plutarcos, Platones, jenofontes,

teatro que le dio rinocerontes,

olimpias, lustros, baños, sacrificios;

¿qué fuerzas deshicieron peregrinas

la mayor pompa de la gloria humana,

imperios, triunfos, armas y dotrinas?

¡Oh gran consuelo a mi esperanza vana,

que el tiempo que os volvió breves rüinas

no es mucho que acabase mi sotana!

 

 

DÍJOLE UNA DAMA QUE LE ENVIASE SU RETRATO

 

Si habéis visto al sofí sin caperuza

en dorado cuartel de boticario,

o a Barbarroja el ínclito cosario,

y en nariz de sayón tez de gamuza;

si habéis visto a Merlín, si al moro Muza,

o a Juan Francés vendiendo letuario,

si el rostro de un corito cuartanario

que quiso ser lechón y fue lechuza;

ése soy yo, que a la virtud atento,

sólo concedo a su vitoria palma,

que to dolo demás remito al viento.

Pero supuesto que el argén me calma,

tengo con ropa limpia el nacimiento,

la cara en griego y en romance el alma.

 

 

 

 

CÁNSASE EL POETA DE LA DILACIÓN DE SU ESPERANZA

 

¡Tanto mañana, y nunca ser mañana!

Amor se ha vuelto cuervo, o se me antoja.

¿En qué región el sol su carro aloja

desta imposible aurora tramontana?

Sígueme inútil la esperanza vana,

como nave zorrera o mula coja,

porque no me tratara Barbarroja

de la manera que me tratas, Juana.

Juntos Amor y yo buscando vamos

esta mañana. ¡Oh dulces desvaríos!

Siempre mañana, y nunca mañanamos.

Pues si vencer no puedo tus desvíos,

sáquenme cuervos destos verdes ramos

los ojos. Pero no, ¡que son los míos!

 

 

 

 

QUE AL AMOR VERDADERO NO LE OLVIDAN EL TIEMPO, NI LA MUERTE, ESCRIBE EN SESO

 

Resuelta en polvo ya, mas siempre hermosa,

sin dejarme vivir, vive serena

aquella luz que fue mi gloria y pena,

y me hace guerra cuando en paz reposa.

Tan vivo está el jazmín, la pura rosa,

que blandamente ardiendo en azucena

me abrasa el alma de memorias llena,

ceniza de su fénix amorosa.

¡Oh memoria cruel de mis enojos!,

¿qué honor te puede dar mi sentimiento,

en polvo convertidos sus despojos?

Permíteme callar sólo un momento,

que ya no tienen lágrimas mis ojos,

ni conceptos de amor mi pensamiento.

 

 

 

A UNA DAMA ROMA Y FRÍA

 

Contaba, Clori, ayer un estudiante

que, Hércules, os hizo la mamona,

de cuya hazaña el bárbaro blasona

como si fuera trompa de elefante.

Que de veros tan frígida me espante,

no me puede negar vuestra persona,

pero no diré yo que fuiste mona

por más que [me] lo pida el consonante.

Ninguno con razón en vos se emplea;

calva sois de nariz, y así no toma

nadie vuestra ocasión por más que os vea

Nacisteis cuervo y presumís paloma;

muchas faltas tenéis para ser fea,

pocas gracias tenéis para ser Roma.

 

 

 

LA PULGA FALSAMENTE ATRIBUIDA A LOPE

 

Picó atrevido un átomo viviente

los blancos pechos de Leonor hermosa,

granate en perlas, arador en rosa,

breve lunar del invisible diente.

Ella dos puntas de marfil luciente,

con súbita inquietud bañó quejosa,

y torciendo su vida bulliciosa,

en un castigo dos venganzas siente.

Al expirar la pulga, dijo: "¡Ay, triste,

por tan pequeño mal dolor tan fuerte!"

"¡Oh pulga!", dije yo, "dichosa fuiste!

Detén el alma, y a Leonor advierte

que me deje picar donde estuviste,

y trocaré mi vida con tu muerte".

 

 

 

 

QUE NO ES HOMBRE EL QUE NO HACE BIEN A NADIE

 

Dos cosas despertaron mis antojos,

extrajeras, no al alma, a los sentidos;

Marino, gran pintor de los oídos,

y Rubens, gran poeta de los ojos.

Marino, fénix ya de sus despojos,

yace en Italia resistiendo olvidos;

Rubens, los héroes del pincel vencidos,

da gloria a Flandes y a la envidia enojos.

Mas ni de aquél la pluma, o la destreza

déste con el pincel pintar pudieran

un hombre que, pudiendo, a nadie ayuda.

Porque es tan desigual naturaleza,

que cuando a retratalle se atrevieran,

ser hombre o fiera, les pusiera en duda.

 

 

 

 

A LUIS VÉLEZ DE GUEVARA, DEL CRÉDITO

QUE TIENEN LOS EXTRANJEROS

 

¿Qué Tomé de Burguillos me llamase,

pudiendo yo llamarme Paulo Emilio,

Trajano, Otavio, Régulo o Marsilio,

que el crédito al valor anticipase?

¿Que mi estrella fatal me destinase,

(aunque no fuerzan) sin humano auxilio,

y del Parnaso el provincial concilio

a ser Tomé, sin que jamás tomase?

Luis Vélez, un Luis tuvo Sevilla

pobre ingeniero, que después fue rico,

mudando el nombre. (¡Extraña maravilla!)

Si Luis fue pobre, y rico Ludovico,

mudémonos los nombres de Castilla:

vos Ludovico, y yo Burguitomico.

 

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Sonetos aparecidos en sus obras dramáticas

 

¿Quién es amor? -Infierno de la vida.

¿De quién nace? -Del ciego atrevimiento.

¿De qué vive? -El favor es su alimento.

¿Qué fuerza tiene? -Estar al alma asida.

¿Da muerte amor? -Amor es homicida.

¿Da vida amor? -Mezclada con tormento.

¿Dónde asiste? -En el ciego entendimiento.

Pues ¿algo tiene amor? -Gloria fingida.

¿Qué tiene bueno amor? -Algún secreto.

Todo lo vence amor, griegos y godos.

Nadie se escapa, el mundo está sujeto.

¿Con qué engaña el amor? -De varios modos.

¡Oh amor, vuelve por ti! Dime, ¿a qué efeto

todos te infaman y te buscan todos?

 

 

 

 

 

Un soneto me manda hacer Violante

que en mi vida me he visto en tanto aprieto;

catorce versos dicen que es soneto;

burla burlando van los tres delante.

Yo pensé que no hallara consonante,

y estoy a la mitad de otro cuarteto;

mas si me veo en el primer terceto,

no hay cosa en los cuartetos que me espante.

Por el primer terceto voy entrando,

y parece que entré con pie derecho,

pues fin con este verso le voy dando.

Ya estoy en el segundo, y aun sospecho

que voy los trece versos acabando;

contad si son catorce, y está hecho.

 

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