Rimas de Bécquer (I-XII)

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Te ofrecemos la versión íntegra de las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, divididaen partes para facilitar la lectura.

 

Rimas I-XII

 

I
Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de este himno
cadencias que el aire dilata en la sombras.

Yo quisiera escribirlo, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar; que no hay cifra
capaz de encerrarlo, y apenas, ¡oh hermosa!
si teniendo en mis manos las tuyas
pudiera al oído, contártelo a solas.
 

II

Saeta que voladora
cruza, arrojada al azar,
sin adivinarse dónde
temblando se clavará;

hoja del árbol seca
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco
donde a caer volverá;

gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y no sabe
qué playa buscando va;

luz que en los cercos temblorosos
brilla, próxima a expirar,
ignorándose cuál de ellos
el último brillará;

eso soy yo, que al acaso
cruzo el mundo, sin pensar
de dónde vengo, ni a dónde
mis pasos me llevarán.
 


III

Sacudimiento extraño
que agita las ideas,
como huracán que empuja
las olas en tropel;

murmullo que en el alma
se eleva y va creciendo
como volcán que sordo
anuncia que va a arder;

deformes siluetas
de seres imposibles;
paisajes que aparecen
como un través de un tul;

colores que fundiéndose
remedan en el aire
los átomos del Iris
que nadan en la luz

ideas sin palabras
palabras sin sentido;
cadencias que no tienen
ni ritmo ni compás;

memorias y deseos
de cosas que no existen;
accesos de alegría
impulsos de llorar;

actividad nerviosa
que no halla en qué emplearse;
sin rienda que lo guíe
caballo volador;

locura que el espíritu
exalta y enardece
embriaguez divina
del genio creador...
¡Tal es la inspiración!

gigante voz que el caos
ordena en el cerebro,
y entre las sombras hace
la luz aparecer;

brillante rienda de oro
que poderosa enfrena
de la exaltada mente
el volador corcel;

hilo de luz que en hace
lo pensamientos ata;
sol que las nubes rompe
y toca en el cenit;

inteligente mano
que en un collar de perlas
consigue las indóciles
palabras reunir;

armonioso ritmo
que con cadencia y número
las fugitivas notas
encierra en el compás;

cincel que el bloque muerde
la estatua moldeando
y la belleza plástica
añade a la ideal;

atmósfera en que giran
con orden las ideas,
cual átomos que agrupa
recóndita atracción;

raudal en cuyas ondas
su sed la fiebre apaga;
oasis que al espíritu
devuelve con vigor...
¡Tal es nuestra razón!

Con ambas siempre en lucha
y de ambas vencedor
tan sólo el genio puede
a un yugo atar las dos.
 

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IV
No digáis que agotado su tesoro,
 de asuntos falta, enmudeció la lira:
 Podrá no haber poetas; pero siempre
         habrá poesía.

     Mientras las ondas de la luz al beso
 palpiten encendidas;
 mientras el sol las desgarradas nubes
         de fuego y oro vista;

 mientras el aire en su regazo lleve
         perfumes y armonías;
 mientras haya en el mundo primavera,
         ¡habrá poesía!

      Mientras la ciencia a descubrir no alcance
         las fuentes de la vida,
 Y en el mar o en el cielo haya un abismo
         que al cálculo resista;

 mientras la humanidad siempre avanzando,
         no sepa a dó camina;
 mientras haya un misterio para el hombre,
         ¡habrá poesía!

     Mientras sintamos que se alegra el alma
         sin que los labios rían;
 mientras se llora sin que el llanto acuda
         a nublar la pupila;

 mientras el corazón y la cabeza
         batallando prosigan;
 mientras haya esperanzas y recuerdos,
         ¡Habrá poesía!

     Mientras haya unos ojos que reflejen
         los ojos que los miran;
 mientras responda el labio suspirando
         al labio que suspira;

 mientras sentirse puedan en un beso
         dos almas confundidas;
 mientras exista una mujer hermosa,
         ¡Habrá poesía!
 


VI

Espíritu sin nombre,
indefinible esencia,
yo vivo con la vida
sin formas de la idea.

Yo nado en el vacío
del sol tiemblo en la hoguera
palpito entre las sombras
y floto con las nieblas.

Yo soy el fleco de oro
de la lejana estrella,
yo soy de la alta luna
la luz tibia y serena.

Yo soy la ardiente nube
que en el ocaso ondea;
yo soy del astro errante
la luminosa estela.

Yo soy nieve en las cumbre,
soy fuego en las arenas,
azul onda en los mares
y espuma en las riberas.

En el laúd soy nota,
perfume en la violeta,
fugas llama en las tumbas
y en las ruinas hiedra.

Yo atrueno en el torrente,
y silbo en la centella
y ciego en el relámpago
y rujo en la tormenta.

Yo río en los alcores
susurro en la alta hierba,
suspiro en la onda pura
y lloro en la hoja seca.

Yo ondulo con los átomos
del el humo que se eleva
y al cielo lento sube
en espiral inmensa.

Yo en los dorados hilos
que los insectos cuelgan
me mezclo entre los árboles
en la ardorosa siesta.

Yo corro tras las ninfas
que en la corriente fresca
del cristalino arrollo
desnudas juguetean.

Yo en bosque de corales,
que alfombran blancas perlas,
persigo en el océano
las náyades ligeras.

Yo, en las cavernas cóncavas,
do el sol nunca penetra,
mezclándome a los nomos
contemplo sus riquezas.

Yo busco de los siglos
las ya borradas huellas,
y sé de esos imperios
de que ni el nombre queda.

Yo sigo en raudo vértigo
los mundos que voltean,
y mi pupila abarca
la creación entera.

Yo sé de esas regiones
a do rumor no llega,
y donde los informes astros
de vida y soplo esperan.

Yo soy sobre el abismo
el puente que atraviesa;
yo soy la ignota escala
que el cielo une a la tierra.

Yo soy el invisible
anillo que sujeta
el mundo de la forma
al mundo de la idea.

Yo, en fin, soy el espíritu,
desconocida esencia,
perfume misterioso
de que es vaso el poeta.
 
 


VI

Como la brisa que la sangre orea
sobre el oscuro campo de batalla,
cargada de perfumes y armonías
en el silencio de la noche vaga;

símbolo del dolor y la ternura,
del bardo inglés en el horrible drama,
la dulce Ofelia, la razón perdida
cogiendo flores y cantando pasa.

 

VII

Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
     veíase el arpa.

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en la rama
esperando la mano de nieve
     que sabe arrancarlas!

¡Ay! -pensé-, ¡Cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
     que le diga: "Levántate y anda"!
 

VIII

Cuando miro el azul horizonte
    perderse a lo lejos
a través de una gasa de polvo
    dorado e inquieto,
me parece posible arrancarme
    del mísero suelo,
y flotar con la niebla dorada
    en átomos leves
    cual ella deshecho.

Cuando miro de noche en el fondo
   obscuro del cielo
las estrellas temblar, como ardientes
 .  pupilas de fuego,
me parece posible a do brillan
    subir en un vuelo,
y anegarme en su luz, y con ella
    en lumbre encendido
    fundirme en un beso

En el mar en la duda en que bogo
    ni aún se lo que creo:
¡Sin embargo, estas ansias me dicen
    que yo llevo algo
    divino aquí dentro
 

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IX
Besa el aura que gime blandamente
las leves ondas que jugando riza
el sol besa a la nube de occidente
y de púrpura y oro la matiza.
la llama en derredor del tronco ardiente
  por besar a otra llama se desliza.
y hasta el sauce inclinándose a su peso
al río que lo besa, vuelve un beso.
 

X
   Los invisibles átomos del aire
   en derredor palpitan y se inflaman
   el cielo se deshace en rayos de oro
   la tierra se estremece alborozada
   Oigo flotando en olas de armonía
   rumor de besos y batir de alas,
   mis párpados se cierran...¿Qué sucede?
   ¿Dime?... ¡Silencio!... ¿Es el amor que pasa?
 
 

XI

- Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión;
de ansia de goces mi alma está llena;
¿a mí me buscas? -No es a ti; no

            - Mi frente es pálida; mis trenzas de oro
             puedo brindarte dichas sin fin;
             yo de ternura guardo un tesoro;
             ¿a mí me llamas? -No; no es a ti.

                        - Yo soy un sueño, un imposible,
                         vano fantasma de niebla y luz;
                         soy incorpórea, soy intangible;
                         no puedo amarte. -¡Oh, ven; ven tú!
 

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XII

Porque son niña, tus ojos
verdes como el mar, te quejas;
verdes los tienen las náyades,
verdes los tuvo Minerva,
y verdes son las pupilas
de las huris del profeta.

El verde es gala y ornato
del bosque en la primavera;
entre sus siete colores
brillante el Iris lo ostenta.
Las esmeraldas son verdes,
verde el color del que espera,
y las ondas del océano,
y el laurel de los poetas.

Es tu mejilla temprana
rosa de escarcha cubierta
en que el carmín de los pétalos
se ve a través de las perlas
    Y, sin embargo,
    sé que te quejas,
    porque tus ojos
    crees que la afean:
    pues no lo creas;
que parecen tus pupilas,
húmedas, verdes e inquietas,
tempranas hojas de almendro,
que al soplo del aire tiemblan.

Es tu boca de rubíes
purpúrea granada abierta,
que en el estío convida
a apagar la sed en ella.

    Y, sin embargo,
    sé que te quejas,
    porque tus ojos
    crees que la afean:
    pues, no lo creas
que parecen, si enojada
tus pupilas centellean,
las olas del mar que rompen
en las cantábricas peñas.

Es tu frente que corona
crespo el oro en ancha trenza,
nevada cumbre en que el día
su postrera luz refleja.

    Y, sin embargo,
    sé que te quejas,
    porque tus ojos
    crees que la afean:
    pues, no lo creas
Que, entre las rubias pestañas,
junto a las sienes, semejan
broches de esmeralda y oro,
que un blanco armiño sujetan.


 

XIII

          Tu pupila es azul, y cuando ríes,
          su claridad suave me recuerda
          el trémulo fulgor de la mañana
          que en el mar se refleja.

          Tu pupila es azul, y cuando lloras,
          las transparentes lágrimas en ella
          se me figuran gotas de rocío
          sobre una violeta.

          Tu pupila es azul, y si en su fondo
          como un punto de luz radia una idea
          me parece, en el cielo de la tarde,
          ¡una perdida estrella!
 



 

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